En el mismo modo en que amo a mi perro, sé que él me ama. Sé que haría cualquier cosa por defenderme y cuidar de mí, justo como el héroe canino que rescató a su amo. Así que cuando vi esta hermosa historia sobre el lazo entre un Pitt Bull y una pequeña niña, me sentí absolutamente conmovido.

La historia ha circulado en el Internet durante años. Un padre estaba preocupado de que el Pitt Bull de la familia podría resultar peligroso al convivir con su extremadamente joven hija. Le advirtió a su esposa que el perro se iría de casa a la primera señal de problemas. Pero ¿qué fue lo que ocurrió cuando el padre descubrió lo que hacía el perro? El padre descubrió un totalmente nuevo significado para el término “mejor amigo del hombre”.

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Mi esposa y yo teníamos dos perros que habíamos adquirido cuando nos conocimos y cuidamos de ellos durante nuestro matrimonio. El perro de mi esposa era una cruza Pitt Bull/ labrador de nombre Zack, y él me odiaba. Cuando nuestra hija nació, le dije a mi esposa: “Si él llega a asustar a la bebé, se va de la casa”.

Trajimos a nuestra hija a la casa en su asiento de auto, y ambos perros se acercaron a olerla y lamerla, moviendo sus colas. Tuve que retirar a Zack porque simplemente no dejaba de lamerla. Zack se convirtió de inmediato en el protector de mi hija, y cuando ella se recostaba sobre su mantita en el suelo, Zack siempre tenía una pata sobre la manta.

Zack amó a mi hija inmensamente, y cuando ella creció un poco, siempre la acompañaba a la cama y dormía con ella. De alguna forma sabía cuándo era hora de subir las escaleras, y solía esperar al pie de estas esperándola, para entonces seguirla hasta la cama.

Zack fue envenenado por algún torpe chico del vecindario, y fue entonces cuando pasamos uno de los peores días de nuestras vidas. Observar a mi hija decirle adiós mientras yacía sobre el piso de la cocina… tanto mi esposa como yo sollozábamos.

A las 8 de la noche de ese día, mi hija caminó hacia las escaleras para ir a la cama. En ese momento, los tres nos dimos cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. Tras 5 años, ella no tenía a Zack para acompañarla por las escaleras. Entonces ella nos miró a su madre y a mí, con una mirada de horror y pánico.

Fue en ese momento que mi perro, quien también amaba profundamente a mi hija, pero que simplemente no podía compararse con Zack, se puso de pie, caminó hacia la niña, y la rozó con su cabeza. Puso su pie sobre las escaleras y la miró. Caminaron juntos hacia la cama, con mi hija sujetando fuertemente su cuello.

Durante los siguientes seis años, hasta su muerte, Sam esperó por ella, cada noche, al pie de las escaleras.

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