Una madre le escribe una carta a su hija.

Lo que está escrito en esa carta, haría que a cualquier persona se le erizara la piel de emoción. ¡Mi querida niña!: El día que te des cuenta de que me estoy haciendo vieja, sólo te pido dos cosas: Paciencia y comprensión.

Trata de entender la situación, es algo que tiene que pasar. Cuando conversemos y te hable de las mismas cosas miles de veces, por favor no me interrumpas y digas:

 “¡Dios mío, eso ya me lo has contado muchas veces!”. Por favor, sólo escucha; y recuerda aquel tiempo en que eras pequeña, y yo debía leer para ti cada noche, el mismo cuento una y otra vez hasta que dormías felizmente.

Si no tengo deseos de entrar a la bañera, por favor, no te enojes conmigo. Por favor no te avergüences de mí y tampoco me obligues a hacerlo.

¿Acaso ya no recuerdas todas las veces que yo tuve que correr tras de ti cuando debías tomar un baño? Cuando te des cuenta de lo mucho que me cuesta entender la tecnología, por favor dame el tiempo para aprender.

Y no me mires con lástima. Piensa un poco en cuando yo te enseñé a usar el cuchillo y el tenedor, en cuando te enseñé a vestirte y peinarte, y te ayudé cuando tenías pequeños accidentes que ocurren en la vida diaria.

Por favor, el día en que des cuenta que me estoy haciendo vieja, sólo te pido que seas paciente y comprendas por lo que estoy pasando. Si estoy hablando de algo y de repente pierdo el hilo de la conversación, entonces dame un momento para recordar de qué se trataba.

Pero si eso no funciona, por favor no te pongas de mal humor, no pierdas la paciencia ni me mires de arriba abajo.

Tú debes saber, que lo más importante para mí, siempre ha sido, y lo seguirá siendo, es estar cerca de ti. Y si mis viejas piernas ya no me obedecen y parezco una chatarra intentando caminar, sólo dame tu mano; tal y como yo te la di cuando dabas tus primeros pasos.

Cuando llegue ese momento, por favor no estés triste.

Trata de entender que he llegado al final de mi camino. Estoy muy agradecida por todos los momentos que pasamos juntas.

Con una sonrisa y mucho amor en mi corazón, yo sólo quiero decir:

¡TE QUIERO, HIJA MÍA!

Las palabras más honestas y sinceras son las que vienen directamente del corazón. Nunca olvides lo que tu madre ha hecho por ti.